Tere me contó el viaje de sus padres de vuelta a Alemania. Los descontentos perdían su nacionalidad como lección y aviso. En la frontera checa, cerca de Dresden, tuvieron que entregar sus identificaciones. A alguien se le ocurrió tirar la suya debajo del asiento de un vagón. Los agentes de Interior y seguridad tuvieron que arrodillarse para recoger casi todas.
En el país del no me acuerdo doy tres pasitos y me pierdo. Un pasito para allí, no recuerdo si lo di. Un pasito para allá ¡Ay, qué miedo que me da! [...] (María Elena Walsh)
Miraba cómo oscurecía el fondo montañoso. No tenía ganas de buscar algo que decir. Pasó un largo rato, el sol se puso y se acabó el día. A través de la ventana de un coche que bajaba oí: La vida que quiero es otra. Era eso o algo parecido, pero en un claro tono de broma.
Emma sentía por Charles Darwin un amor que no dudaba que continuaría en la vida eterna. Juzgó con gran inquietud El Origen de las Especies por una consecuencia que no tenía lugar en sus planes. La reacción de devotos cristianos a quienes admiraba parecía implicar que pasaría la otra vida separada de su ser tan querido. Un gran apego a las enseñanzas tradicionales hizo que la cuestión nunca se resolviera entre los dos.