
Las monedas de su sucesor por cuarenta años lo proclamaban Caudillo por la Gracia de Dios; un agente propulsor más elevado. La abnegada tarea de poner las cosas en orden con testosterona y sin Constitución llevó siempre más tiempo de lo previsto.
El camino hacia la dicha total está abierto... la alcanzaréis, ciudadanos, eliminando todas aquellas nociones arrogantes que la comunidad ni comparte ni debería compartir, vosotros la alcanzaréis, adolescentes, dejando que vuestra persona se disuelva en la unicidad viril del Estado. Vuestras individualidades dubitativas serán intercambiables y, en lugar de agazaparse en la celda de la prisión de un ego ilegal, el alma desnuda estará en contacto con la de todos los hombres de esta tierra... tan fuertemente estaréis en el abrazo del Estado... (Barra siniestra, Nabokov)
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