Se acordó de Napoleón cuando este sentenció delante de los cadáveres de un campo de batalla que todo eso lo remediaba una noche en París. Estaban hablando del individuo como realidad única e irrepetible, y resultaba necesario llamar la atención sobre “la infamia de la sustitución”, sobre la familiaridad del poder con la idea de reemplazar a unos por otros. El desolador paisaje de un campo de batalla con los cuerpos destrozados de manera irreparable, y el gesto displicente de Napoleón: nada de esto importa, la Historia avanza y puede acabar de un plumazo con todas esas historias particulares, simples notas a pie de página de su marcha irreversible. (José Andrés Rojo, 2015)
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