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Tuesday, March 04, 2008

Nuevos aires

Siempre decía que no me molestaba que fumasen en mi despacho. Un decreto alumbró la comprensión general de que lo lógico era que saliesen los fumadores. Hasta entonces los tímidos reparos por molestar se desvanecían en el aire de la habitación. Y no era sólo una molestia. Por mi forma de mirar el cenicero algunos descubrían la verdad y tenían la amabilidad de no acercármelo.

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