Por esa clase de gracias no puedo llamarlo amigo. Todos me vieron girar la cabeza al oír mi nombre. Desde unos treinta metros me gritó
¡...y búscate una novia! Es tan bruto que agradecí no oír
¡maricón! o algo parecido. Su frase habitual, que comienza con
Tienes que salir más de paseo..., no podía aplicarse porque me vio en el festival de cine. La película y el ambiente ya me habían creado una ligera incomodidad y distanciamiento. No es porque todo fuera gay sino porque nadie reconocía la indigna anormalidad de la historia.
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