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Wednesday, March 18, 2009

Residuos

En 1929 Freud encaró con energía las objeciones recibidas por tratar a la religión como una ilusión. Despertó su curiosidad su omisión de lo que le fue descrito como sentimiento oceánico: Sensación de eternidad; un sentimiento como de algo sin límites ni barreras. Analizarlo fue una labor difícil para alguien que nunca sintió una indisoluble comunión, ni una inseparable pertenencia a la totalidad del mundo exterior. Aclaró que nuestro yo tiene una apariencia engañosa que continúa hacia dentro sin límites precisos que lo separen de la entidad psíquica inconsciente. Confusiones de límites entre el yo y el objeto se dan frecuentemente en estados patológicos e incluso en el enamoramiento. La indeseada separación del seno materno no impide que el lactante tarde mucho en distinguir su yo del mundo exterior. El primer yo lo incluía todo y con el tiempo todo el mundo exterior se le desprendió.

1 comment:

Wilson Maravella said...

y nadie lo trajo consigo, vagamos desvalido, insomnes intntando recordar la letra de aquella canción