Me enseñó que ser protestante, judío, musulmán, hindú, budista, animista o seguidor de otras creencias religiosas era un pecado mortal, merecedor de un castigo severo e implacable. [...] En algunas de esas escuelas para ricos y privilegiados, entre los que me encontraba yo mismo, se me ocurrió preguntar por qué no había allí niños negros. Nunca podré olvidar las respuestas tan poco convincentes que recibí.
(Fidel Castro a Juan Pablo II, La Habana 1998)
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