La silla de Fernando me llámó la atención en un sentido inesperado. Describe unas relaciones íntimas inquietantemente impersonales. Habla repetidas veces de la atracción física considerada (casi) exclusivamente un fin en sí mismo. Dice con toda naturalidad que en su caso es incapaz de tener una relación de amistad con una mujer. Y al mismo tiempo ya quisiera casi cualquiera alcanzarlo en su cultura. Algún gesto excéntrico acompañando a sus palabras habría indicado una posibilidad de conciliación.
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